Los reyes filósofos by Jo Walton

Los reyes filósofos by Jo Walton

autor:Jo Walton [Jo Walton]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Bookwire Spain
publicado: 2023-10-01T22:00:00+00:00


18. ARETÉ

La tormenta nos había arrastrado en todas direcciones, alejándonos de cualquier puerto seguro, y habíamos navegado con el viento, evitando las islas porque resultaban peligrosas. Estábamos seguros de que nos encontrábamos muy al noroeste de Quíos, pero no teníamos ni idea de dónde estábamos. Hacía días que no veíamos ninguna isla, salvo como formas caóticas cuyas rocas podían destruirnos. Ahora el viento soplaba constante y navegábamos hacia el este. Algunos decían que debíamos volver a Marisa o a Kallisté, pero Mecenas estaba decidido a visitar Lucía.

Para mi sorpresa, mi padre también. Quería hablar con él de mis poderes, pero la primera vez que conseguí estar más o menos a solas con él, lo encontré asomado a la borda con Neleo, contemplando las olas. Mi hermano, que se había pasado toda la tormenta mareado y todavía no estaba recuperado del todo, era precisamente una de las últimas personas con las que quería hablar de mis poderes. Ya era bastante injusto para él.

—Quiero ir a su ciudad a ver a Cebes. O a Matías, si así es como quiere llamarse —dijo padre cuando me acerqué. Su voz nunca me había sonado tan apesadumbrada.

—¿De verdad sigues pensando que mató a madre? —pregunté—. No tienen ninguna obra de arte nuestra, y dijeron que han estado evitando Kallisté todo este tiempo por miedo a Atenea.

—Es posible que no la haya matado —convino padre. Me miró a mí y luego a Neleo—, pero sigo queriendo saber dónde estaba la Bondad aquel día. Puede que los marisanos no lo sepan todo. En todo caso, aunque Cebes no la matase… no quería contároslo, pero, en su autobiografía, vuestra madre cuenta que la violó.

—¿Qué?

Por un momento pensé que quería decir que Cebes había violado a madre el día que la mataron.

—¿Cuándo? ¿Antes del último debate? —preguntó Neleo.

—Sí. En el último Festival de Hera.

Padre miraba la sombra de una costa en el horizonte. «Antes de que yo naciera —pensé— y solo unos meses después de nacer Neleo».

—Pero si era el Festival de Hera, ¿no se suponía que…? —preguntó mi hermano.

—Se suponía que intentarían concebir un bebé, pero Cebes no tenía derecho a tomarla contra su voluntad cuando ella estaba diciendo que no quería.

Padre habló con tal vehemencia que bien podría haber vuelto la tormenta. Me di cuenta de que algunos se volvían a mirarnos desde el otro lado de la cubierta.

—Si los habían casado ante todos… —Neleo se interrumpió de nuevo.

—Por eso no se lo dijo a nadie, ni siquiera a mí. —Su voz estaba cargada de dolor, pero ahora sonaba más tranquila—. La violó, le hizo daño y lo voy a matar.

—Bien —dijo Neleo—. Yo te ayudo.

—La violación se castiga con azotes —repliqué. Las leyes de la ciudad entraban en los exámenes de madurez—. Además, a estas alturas sería muy difícil de demostrar, incluso con el testimonio escrito de madre.

—No vamos a llevarlo a juicio en la Ciudad, lo mataremos en Lucía —aclaró padre, irritado.

Neleo asintió.

—Pero… —Abrí la boca y no dije nada. «Pero el imperio de la ley…», había querido decir.



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